La verdad es que soy un torpe en la cocina.
Por mi situación personal me toca comer en casa casi todos los días y no me gusta emplear mi tiempo en hacer una comida muy elaborada y luego en limpiar y recoger todo. Y cuando lo intento… pues no me sale. Lo dejo todo perdido y encima no queda muy rico.
Pero por otro lado no me gusta comer cosas que no sean sanas ni gastarme mucho dinero. Le doy mucha importancia a mi nutrición, a mi salud y a mi dinero. Pretendo vivir muchos años y hacerlo con seguridad económica.
¿Cómo lo hago entonces?
Con el tiempo he desarrollado algunos trucos que me permiten más o menos seguir estos principios: comer sano, fácil y barato. Y el primero de ellos implica redefinir lo que significa comer bien para mí.
Te los cuento ahora. Pueden no ser demasiado originales (no las he inventado yo, vamos a ver), pero son los mías y a alguno igual le abre los ojos.
A ver si te vale alguna. ¡Ojalá!
Índice de contenidos
Mi definición de «comer bien»
Para mí comer bien es alimentarme de una forma equilibrada, en la cantidad necesaria y con toda la nutrición que requiere mi cuerpo para funcionar día a día, estar fuerte y evitar enfermedades.
Distingo entre alimentación y gastronomia. Lo primero es una necesidad fisiológica y lo segundo un entretenimiento.
Por eso, por alimentación no me refiero a algo exquisito o sofisticado. Para eso dejo los días especiales en que mi pareja y yo dedicamos algo de tiempo a cocinar algo diferente. O las veces en que aprovechamos para comer fuera solos, con la familia o con amigos.

Tratamos esas ocasiones como fiestas especiales y las disfrutamos como tales. No salimos a comer ya nunca porque tengamos pereza y no nos apetezca cocinar. Bueno, casi nunca, vamos a decir la verdad, que somos débiles y a veces caemos… Pero lo evitamos todo lo que podemos. Por nuestra salud y por nuestro bolsillo.
Para mí, la comida es la gasolina que necesita mi cuerpo para funcionar. Teniendo esto en cuenta es más fácil prescindir de algunos detalles que nos aligerarán la carga de la cocina y el coste económico.
La lista de mis trucos para comer bien, fácil y barato
Desayuno siempre en casa
Mi vida actualmente me permite trabajar desde casa todos los días. La tentación es empezar el día bajando a la cafetería a tomar el desayuno ahí, ver un poco a la gente y no liarme más. ¡Ah! y echar un vistazo al As o al Marca, que hay que estar informados.
Pero no lo hago. Desayuno siempre en casa. Es más barato (un poco cada día… termina siendo mucho al final del año) y me permite elegir mejor lo que como. Y como puedo elegir lo que como, me quedo con que… (ver el siguiente punto).
Desayuno siempre lo mismo
Todas las mañanas lo mismo. Me levanto tan flojo y apagado que ni por asomo me voy a poner a pensar en hacer nada especial. Pero tampoco quiero coger lo primero que pille ni comer bollería ni tomarme sólo un café. Tengo que alimentarme.
No sé si es verdad eso de que el desayuno es la comida más importante del día (más bien creo que lo son todas), pero me gusta que sea consistente, sana y… ¡eso! barata.
Un día investigué cuál podía ser una buena combinación que me diera una cantidad adecuada de calorías con todas las macros bien cubiertas (hidratos de carbono, grasa y proteínas) y me decanté por la siguiente mezcla:
- un bol con uno 80gr de copos de avena. lo pongo antes de acostarme y le echo algo de leche para que se reblandezca durante la noche.
- un yogurt natural
- media manzana cortada en trozos
Creo que marco con cruces de aprobación todos los puntos que se suelen mencionar sobre qué constituye un buen desayuno: calorías, fruta, proteínas, fibra (muy bueno para eso, ya sabes), algo de grasa… ¡todo ok!
Y es lo que desayuno todos los días. De lunes a viernes, por lo menos. No lo pienso nunca. Lo preparo y lo tomo. Y me siento fuerte y feliz después de tomarlo. Listo para atacar el día como un campeón.
Nada de «comidas-capricho» en casa
En mi casa nunca hay dulces, refrescos azucarados, embutidos o alcohol a mano. Bueno, casi nunca, o muy poco, que no soy un santo.
No es que estas cosas estén prohibidas. Puedo comerlas y lo hago a menudo. El problema es que si están en casa es demasiado fácil arreglar una cena o una merienda con ellos. O solucionar un ataque de hambre (es decir, de aburrimiento) repentino.
Si quiero algo de eso, sé que tengo que vestirme, coger dinero y bajar al supermercado. Así que sí, a veces lo comemos. Pero es algo controlado.
Frutos secos siempre disponibles
Los frutos secos son el mejor invento que la naturaleza regaló al hombre: tienen un montón de nutrientes importantes, son ricos, calórico,
no perecederos, y… ¡no hay que cocinarlos!
Son el snack (vamos, el picoteo) perfecto. Con la salvedad de que si te pasas son ligeramente densos y tienen mucha grasa y te van a impedir perder esos kilos con los que todos peleamos.
Pero la idea es tenerlos cerca para no caer en otras cosas. Y cuando voy a por ellos, los como despacio y los disfruto. Llenan rápido y te sacian lo suficiente como para poder evitar comer mucho y estar satisfecho unas cuantas horas.
La comida de mediodía se compone de básicos
Si el desayuno es siempre lo mismo, con la comida de mediodía no soy tan bruto y varío un poco. Pero eso: sólo un poco.
Mis comidas se basan en un elemento natural y calórico de los que sirven «para forrar»: léase arroz, pasta o patatas. Y a esto le sumo algo de proteínas: huevos siempre más pollo unos días y pescado blanco o azul otros.
Para no liarme, lo hago todo cocido o al microondas. Lo mezclo en un bol y me lo como con sal y aceite. Si además me lo trabajo un poco, hago algo de ensalada: un tomate, algo de lechuga o espinacas, una zanahoria por aquí o por allá. No hay que cocinarlas. Sólo cortar y aliñar.
Complicación mínima, suciedad controlada, nada de grandes preparaciones ni compras frecuentes. Y de nuevo una buena mezcla nutritiva para aguantar bien la tarde.
Voy a comprar días predeterminados, con una lista y no caigo en caprichos
El 80% de lo que como es siempre lo mismo, así que la compra también es casi siempre la misma. No la pienso demasiado.
Cada vez que en la cocina se acaba un básico, se apunta en una nota de Google Keep en el móvil, compartida con mi pareja. Cuando llega el martes (es el día que me toca comprar), tiro de la nota y compro. Y voy directo, como un francotirador. No me entretengo demasiado ni miro mucho más. Si veo alguna oferta de lo que voy a comprar, meto el doble de lo habitual y listo.
Si cocimanos en serio, hacemos de más y congelamos
Si algún fin de semana nos da por cocinar algo especial (unas lentejas, un arroz rico, un guiso…) porque tenemos visita o porque nos apetece darnos una alegría, lo que hacemos es cocinar una cantidad enoooorme. Todo lo que podamos. Lo que sobra se congela y listo. Ya hay comida para otros 2 o 3 días.
Cojo tappers de los restaurantes. Siempre
No sé si a ti también te pasa, pero a mí, muchas de las veces que voy a un restaurante, lo que me pasa que terminamos pidiendo de más. Vas con hambre, ves cosas estupendas en la carta y te emocionas. Es casi inevitable que te pase. Sobre todo a mí, que habitualmente como más básico que en la mili.
Hay entonces tres opciones:
- te pones cabezón y te lo comes todo
- te pones fino y lo dejas
- eres razonable y pides un tapper para llevarte las sobras a casa
Yo, con la edad he ido pasando por las tres fases.
Ahora ya estoy en la tercera. Gracias a Dios. Lo pasaba fatal con las otras dos.
Hacer esto me ahorra dinero y me arregla un par de cenas o el almuerzo del día siguiente. ¿Por qué dudar en hacerlo?
Cojo tappers de casa de mamá todos los fines de semana
Si lo hago en los restaurantes, con más motivo aun cuando voy a comer a casa de mi madre. ¡Y a la de mi suegra! Menudo lujo. Y encima se ponen bien contentas de poder ayudarme.
Siempre desayuno, como y ceno a las mismas horas (más o menos)
La rutina ayuda a tener el hambre controlado y a que tu estómago no entre en pánico. La regularidad es fundamental.
Sé que yo lo llevo al extremo, pero es que de verdad estoy convencido de que es la mejor manera de ser eficaz y convertir todo el tema de la alimentación en algo automático y rápido.
Como ya he dicho anteriormente, una cosa es la alimentación y otra la gastronomía. Para lo segundo no hay reglas. Para lo primero me gusta ser una máquina que no tiene que pensar más allá de una decisión inicial.
Sustitutivos de comida
En mi afán de ser más eficaz, he probado incluso las comidas en polvo. Se compran bolsas de alimentos concentrados (busca Soylent, Satilent o algún otro en Internet si tienes curiosidad), se mezclan con agua o leche y ¡voilá! ya tienes un batido con la cantidad exacta de calorías y de nutrientes que necesitas para funcionar.
Más fácil imposible. Y en teoría es una alimentación completa. Alguno intenta alimentarse así al 100% (desayuno, comida y cena). Hay algunas revisiones de estas experiencias en Internet. Y sobre el papel parece posible.

Tiene sus ventajas: alimentación controlada, precio, comodidad: Y sus inconvenientes: saturación, aburrimiento, perturbación del reflejo de masticar, aparte de que puede haber algún efecto secuendario aún no descubierto.
Yo no he llegado tan lejos. Sólo lo he usado para sustituir la comida de mediodía algunas veces. Y me ha satisfecho bastante.
Si estoy trabajando a tope o haciendo otra cosa es lo menos intrusivo del todo. Luego me ha dejado saciado y, viendo los elementos que componen los batidos, estoy bastante convencido que de la mezcla nutritiva es adecuada y un buen sustituto de mis (muy básicas) comidas.
Algún día publicaré una revisión con mis experiencias al respecto.
Mis trucos cuando he comido de menú del día
Cuando trabajaba en una oficina tenía que comer en restaurantes, de menú del día. Lo que mejor me funcionaba para mi bolsillo y para tener una alimentación equilibrada eran las siguientes dos cosas:
- Iba todos los días al mismo sitio: los restaurantes suelen programar sus menús del día de forma que haya una variedad adecuada «a lo largo de la semana». Además, mi cuerpo se acostumbra a un tipo de cocina y a veces cambiando mucho he tenido problemas de estómago. Así que elegía un sitio con mis compañeros (gracias, amigos) y siempre, o casi siempre, durante buenas temporadas, iba al mismo.
- Me ponía reglas para no pensar cuando tenía el menú delante: si el menú lo publicaban en Internet, miraba de antemano qué iba a comer ese día o esa semana. Si no, me establecía por regla cosas como: de primero siempre ensalada o legumbres, de segundo pollo o pescado, de postre fruta y de acompañamiento o el pan o las patatas fritas, pero no las dos. Y a lo mejor establecía un día en que me lo podía saltar todo o parte. Pero sólo uno. Si evitas tener que pensar cuando llegas estresado, cansado, con hambre y distraído por tus compañeros, mejor. Porque no vas a elegir bien. Yo por lo menos sé que no puedo.
Conclusión
Ya no tengo más consejos ni reglas ni rutinas. Creo que son suficientes. Es verdad que yo soy un poco extremo pero a lo mejor alguna te vale.
Ojalá este artículo sea de ayuda para alguien o que incluso encuentre un alma gemela que me escriba en los comentarios que es como yo, ¡o peor!